Lo he escuchado, leído y visto. Esa capacidad que tienen las personas para decir dos palabras, esas dos palabras que no deberían decirse tan esporadicamente como ahora se hace. Esas palabras deberían ser propiedad de gente que sí sepa el significado, de personas que hayan luchado por aprender a decirlas. Que esas dos palabras no son de usar y tirar, no son desechables. Y me da rabia porque a mi me ha costado aprender a vocalizarlas, me da rabia porque sé su significado, porque me costó tanto tiempo meterlas en mi vocabulario. Deberían venderse al mejor postor en sentimientos, tener derechos sobre ellas, pero también obligaciones. Y ahora lo ves por todos lados "Hola Elena, te quiero", pero la persona que lo dice acaba de conocer a Elena hace dos días. Creo que esas dos palabras son como las mejores sedas, necesitan tiempo y dedicación para que alguien valore su significado y el trabajo que ha costado llegar hasta ellas. Por eso ahora me quedo con otro tipo de palabras, las que no son habladas. Me quedo con su abrir y cerrar de ojos. Os dejo todos mis "te quiero" que desde ahora ya no los necesito.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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