Se verá
A veces me miro y pienso: ¿en qué momento me volví tan intensa? Si antes era la reina del “ya se verá”, la que no tenía prisa por nada. Y mírame ahora, queriendo que todo encaje ya, que la gente diga lo que siente ya, que las cosas salgan bien… ya.
Y no, no es impaciencia. Es que la vida me ha dado unos cuantos golpes que me han enseñado que el “ya se verá” a veces no llega nunca.
Cuando pierdes a personas que eran tus pilares, te cambia el reloj interno. Ya no cuentas los días igual, porque sabes que cualquier minuto puede ser el último con alguien que te importa. Y claro, te entra la prisa… pero no por llegar antes, sino por sentirlo todo mientras puedas.
Yo era la que decía “tranquila, todo llega”. Y ahora soy la que dice “sí, pero que llegue ya, por si acaso”. Y me río, porque a veces me escucho y digo: Ara, relájate, que te vas a marear tú sola. Pero al final me sale natural, porque tengo el corazón lleno de recuerdos que pesan y de ganas que empujan.
No quiero correr, lo prometo. Solo quiero sentir que aprovecho lo que tengo, que no me guardo tanto. Que si algo o alguien me importa, lo sepa. Que si algo me hace daño, lo diga. Y si algo me hace feliz, lo viva sin miedo.
Y sí, a veces me paso de sensible, de emocional, de “tirarme a la piscina sin saber si hay agua”. Pero oye, al menos sé que estoy viva, que sigo lanzándome, que sigo creyendo que algo bonito puede salir de cada salto.
Porque ya lo aprendí: no hay peor peso que el de lo que no se dice.
Y si alguna vez me ves acelerada, no es por ansia. Es porque no quiero volver a decir: “ojalá lo hubiera dicho antes”. Prefiero pasarme de sincera, de intensa, de humana… que quedarme corta.
Comentarios