Apuesto a que alguna que otra vez os habéis llevado una decepción con algo o con alguien. En ese momento te paras unos segundos y piensas, pero ni siquiera puedes pensar con calma porque en tu mente todo es un lío, intentas encajar piezas pero no encuentras sus respectivas. Se podría decir que cada vez hay menos personas que se preocupan por los demás. Es bueno pensar en uno mismo y mirar por nuestro bien, pues ¿quién sino va a hacerlo? Lo que pasa es que creo que hay un límite. Hay personas que se aprovechan de los demás porque solo buscan su propio beneficio. En ese caso, está engañando a la otra persona, ¿podría ser? Je ne sais pas. No creo que sea decepción en su totalidad, más bien es impotencia de ver que has estados durante años dando, acordándote de esas personas a las que apreciabas para que luego te digan que ni siquiera te considera un amigo, y que aún peor, que se avergüenzan de ti. Son palabras muy duras, y para decirlas hay que tener valor. Por eso no hace falta que nos las digan, pues las palabras no son el único medio para comunicarnos, pues con los ojos se pueden expresar emociones, con los gestos, con los movimientos del cuerpo. Pensar demasiado en personas que luego no reconocieron todo lo que hiciste, ya no importa y menos lamentarse, pues no se puede volver al pasado. Pero ya está bien de ser la tonta y de no aprovechar el tiempo con la gente que siempre estuvieron ahí desinteresadamente y que realmente lo merecen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El día en el que el ginecólogo me dijo...

Mecánica del corazón

La soledad de las amistades