¿Tendrá sentido comprar una póliza de seguro contra el dolor de una futura pérdida pagando como prima no entregar el corazón a nada ni a nadie? Seguro que no.

En la letra pequeña de este macabro contrato dice con claridad que, si bien no se garantiza la ausencia de dolor, se predice la desaparición definitiva de toda posibilidad de disfrutar de un genuino encuentro con los demás.

No es que no sea posible disfrutar sin necesidad de sufrir por ello, pero el goce es imposible mientras se está escapando obsesivamente del dolor.

La manera de no padecer ‘de más’ no es amar ‘de menos’, sino aprender a no quedarse pegado a lo que no está cuando el momento de separación o de la pérdida nos toca.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El día en el que el ginecólogo me dijo...

Mecánica del corazón

La soledad de las amistades