Quizás el nuevo año sólo sea un salto en las manecillas del reloj o arrancar una hoja en el calendario, pero eso nos anima. A mí personalmente lo hace. Es marcar una fecha para empezar de nuevo o para continuar creciendo. No tengo un estudio de cómo ha sido este año ni estadísticas sobre si pesa más lo bueno o lo malo, sólo sé que a día de hoy me siento satisfecha. Contenta de que cada una de las personas importantes en mi vida haya estado a mi lado y confío en que siga siendo así. Cada vez noto las relaciones más fuertes y eso me encanta. Satisfecha también de mis pequeños logros y de haberme dado cuenta de cosas de las que quizás debería haberme dado cuenta antes, aunque nunca es tarde y por eso mismo tenemos un año más, siempre. También ha habido pérdidas y malos tragos de los que algo he sacado y, como todo, han pasado. Gracias a ello me encuentro ahora en este estado de ánimo. Si hubiera que resumir este año en alguna palabra sería ‘fuerza’. Sí, siempre fuertes.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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