Y que cada uno haga lo que quiera
Es difícil ponerse en el lugar de las personas. Nadie entiende a nadie, aunque digamos que sí. Y además nos dedicamos a emitir juicios de valor de la gente sin pararnos a entenderles lo más mínimo. “Qué exagerado”. “Qué egoísta”. “Qué radical”. “Qué calzonazos”. "¿Has visto lo que ha escrito? qué fuerte". No tenemos ni la más mínima idea de cómo son los demás, porque ni siquiera sabemos cómo somos nosotros mismos. Ni nos hemos parado a pensarlo, y mucho menos a reconocerlo. Nos precipitamos a criticar a los demás, sin más, basándonos en nuestro umbral de exigencia, creyéndolo perfecto. Pensando que tenemos razón por comparar a alguien con nosotros mismos, sin pararnos a pensar en las circunstancias de un determinado momento, sin ni siquiera conocer las circunstancias de los demás El ser humano es así de simple y cateto. A veces logramos tener un poco de humildad y entendimiento, pero la mayoría sucumbimos a nuestra condición de jueces de la realidad de los demás. “Qué q...