Aprendi a aprender...

Un nuevo juego, un nuevo truco para engañar a tus padres, una película, una canción. Un cantautor (o varios). Una locura más de esas que se hacen por amor. A besar. A fumar. A soñar despierta. A llorar por dentro. A hablar bien. A respetar. A tener paciencia. A amar. A querer. A cocinar. A sonreír sin ataduras. A decir no. A decir la verdad. A abrazar. A ser fuerte. A demostrar cariño. A aceptar las derrotas. A no llorar demasiado. A no pedir demasiado ni esperar demasiado. A no quejarse. A hacer regalos. A mirar hacia delante. A disfrutar. A pedir perdón. A saber elegir (bien). A ser humilde. A ser feliz.

Una de las cosas más interesantes que le pueden ocurrir a una persona a lo largo de su vida, es encontrar gente que le enseñe cosas. De hecho, tener una familia que te enseñe a andar, hablar, comer bien, ser buena persona y a esforzarte con todo lo que hagas es toda una suerte. Es una atención que recibes porque has nacido en un sitio en el cuál te pueden y quieren querer.
Sin embargo, tener la suerte de aprender de personas que has conocido gracias a la suerte por sí misma, al destino de este caos, yo considero que eso es suerte de la buena, o mucha suerte dentro de la suerte.
He aprendido muchas cosas de muchas personas, pero hasta ahora no me había dado cuenta de lo más grande que te puede enseñar alguien: a ser fuerte.

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