Porque no me quiero imaginar que me quieras engañar/utilizar/jugar conmigo, para ser solo tu entretenimiento, que tu corazón está ocupado, que aquella chica que un día supo robarte el corazón de nuevo lo haga y yo no pueda hacer nada para impedirlo porque, al fin y al cabo, ¿quién soy yo en esta historia? Sólo un capítulo (aunque desee con todas mis fuerzas que a partir de este momento sea tu libro entero). Quizás tenga un problema conmigo misma, me ilusiono demasiado y muy pronto, y eso que juré que jamás volvería a ilusionarme con nadie más, pero me es imposible, y quizás salga dañada de esta situación, pero quiero arriesgarme, y es lo que temo, quizás mi problema sea ese, o quizás mi problema es que tu eres la solución
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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