Cada día que pasa quedo más convencida de que he nacido para algunas cosas, y para otras no. Lo normal sería decir que una persona ha nacido para ser médico, pintor, profesor… para ser madre, o padre (para esto sólo nacen unos cuantos). Pero yo digo, bien orgullosa, que si yo he nacido para algo, ha sido para querer.
A mí me gusta querer, estar rodeada de la gente que quiero, sentirme querida, necesitada, involucrada en la vida de los demás, dejarme llevar cuando salen mil planes, y cuando no también.
Pero sobre todo, y cada día lo voy teniendo más claro (considerando que el hecho de llamarme de esta forma y no de aquella no me hace tener casi nunca las ideas CLARAS), he llegado a la conclusión, de que si yo ese día nací para algo, fue para conocer que el mundo tiene una infinidad de colores según la luz del día, o de la noche. Que los atardeceres pueden ser melancólicos o románticos depende de con quién lo hagas. Que la comida es un placer pero que hay placeres más intensos aún. Que la lluvia de vez en cuando ayuda a hacer más llevadero el calor, y otras veces desayuda.
Y después, tengo claro que si he nacido para algo es para que me levantes cuando caigo. Para llorar tranquila en tu hombro como si fuese una reacción más, da igual, y después sonreírte con lágrimas en la cara, y que me las quites a besos como si fuese tu única preocupación en la vida.
Para ver obras de arte en tus ojos y disfrutar como una enana de tu risa que me roza, ay, sí, me roza.
Para dormir tranquila sabiendo que estás abrazándome y que nada me puede pasar estando en ese rincón del mundo.
Para besar tu piel con sabor a mar y después tus labios una y otra vez, una y otra vez, y no cansarme nunca.
Para quererte, y que me quieras, y que todo sea fácil, para que hagamos que todo sea fácil mientras la vida avanza tan rápido, y sentir por dentro que todo es estático, placentero, dinámico y demasiado enloquecido. Para sentir tanto y creer que mueres de tantísimo placer.
Para ser humana
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