Volver a las andadas, coger otra vez fuerzas para buscar, para no juzgar antes de tiempo. No tengo ganas de hacerlo, y me quedo aquí, disfrutando del tiempo, disfrutando de lo que ya tengo, y pensando que es estúpido no ser feliz si no lo tienes todo. Pero otras veces las cosas son distintas, y piensas, por qué siempre me encuentro sentada en el mismo sitio, con las mismas armas usadas, y la misma cara de imbécil derrotada. Dónde está mi suerte, la de verdad, la completa, la que nunca se agota, por qué siempre que deseas algo sucede lo contrario por completo. Así que sí, o no, no sé qué voy a hacer con estas cosas, sólo sé que todas estas palabras sólo sirven para decirte que esta noche, en este mísero instante, me gustaría que estuvieras aquí, conmigo.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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