¿Soy una novia de mierda?


Por las noches roncaré, daré vueltas y acapararé almohadas, sábanas y nórdicos. Te preguntaré “¿Estás despierto?” cuando estés dormido y te despertaré, seguro. Tengo mal amanecer y soy monstruosa hasta bastante rato después de desayunar. No tendré leche para el tuyo pero lo compensaré teniendo todolo que te guste en la despensa. Te preguntarás si has amanecido con tu novia o con un zoo, porque te abrazaré como un koala, me colgaré de tu cuello como un mono, gritaré en tu oído como una cabra. Qué le vamos a hacer, no soy una persona de mañanas: a veces, no soy una persona ni de tardes.
Seré muchas veces el motivo de tus disgustos. Me picaré con facilidad, me costará compartir algunos espacios, no daré mi brazo a torcer aunque lleves claramente la razón. Me pondré muy nerviosa en los enfrentamientos, seré hiriente con algunos comentarios, seré un bizcocho con otros tantos más. Desde el inconsciente intentaré sabotear lo nuestro para cumplir la profecía de que esto no va a ningún lugar. Dudaré, me exaltaré, me quejaré, te diré a menudo que no estoy segura. Cuando te lo diga, porfiplís, recuerda que no es que no esté segura de ti: de quien no estaré segura es de mí ni de si podré lidiar con todo esto que aún no logro identificar como la violencia de quererte. Pelearemos. Ganarás. Hijo de mil frutas.
No me discutas cuando estruje tus michelines, cuando desordene tu pelo ni cuando meta mi dedo en tu ombligo, en tu oreja o en tu nariz. No pongas cara de asco cuando coma tantos trocitos de chocolate. Contaré las mismas historias una y otra y otra vez y actuaré muy guay e indiferente cuando, al escucharlas, te lleves las manos a la cabeza o entornes los ojos. Si me da sueño solo podre quedarme profundamente dormida si es en el sofa y encima tuyo. Si bebo una copa de más, me reiré haciendo un escándalo. Te preguntaré qué tal tus días, qué tal tus noches, qué tal tu trabajo, que tal los amigos, te entrevistaré a conciencia como si estuviésemos en un talk show de esos pero me costará contestar a tus preguntas en la ronda de vuelta. Porqque si, siempre me ganas tu en esos juegos, eres mas listo que yo,  aunque yo siempre te gane al Scrabble. Me conoces lo suficiente: me aterra que me conozcas aún más.

Será inevitable, así que acostúmbrate: estás ya en mi cabeza a cada momento, en cada recuerdo, en cada novedad. No seré encantadora, ni maja, ni simpatiquísima, pero prometo amarte, respetarte y vacilarte todos los días de mi vida, o el tiempo que me lo permitas. Al final del día me quedo con eso que nos dijimos aquella vez: que soy una pesada, que eres un pesado, y que lo bonito de todo esto es que ni tú ni yo estamos dispuestos a aguantarle las pesadeces a nadie más.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mecánica del corazón

El día en el que el ginecólogo me dijo...

La soledad de las amistades