Ya no podrás recuperarte de todos los errores, de cada susto, de cada imprecisión, de cada desastre natural o artificial, de cada palabra mal dicha o que suene mal, o de cada fallo.
Hay errores que no creemos errores hasta que ha pasado un tiempo. Hay errores que sobreviven al paso de los años, y hay errores en mente que nunca llegaron a cometerse.
El único remedio para éstos quizás sería pedir perdón. Últimamente parece que eso nadie, absolutamente nadie, lo sabe hacer. Mientras tanto, los que sabemos hacerlo no nos solemos atrever a decirlo, aunque la pena nos coma por dentro.
Lo bueno de todo es que algunas personas saben que estás dispuesto a decir un “perdóname”. Todos necesitamos escuchar un perdón de vez en cuando, y, por lo menos, saber que el otro está dispuesto a decirlo, y a perdonar. Lo bonito de ser persona es saber que todos podemos cometer fallos. La única manera de solucionarlos, es saber perdonar.





Qué difícil es todo cuando estás tan lejos y sin embargo tan cerca. Me estoy dando cuenta de que eres como un seguro de vida. Vamos, eso no lo cambiaría por nada, porque nada es equiparable a todo eso, y todo eso es lo que consigues conmigo todos los días

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