Tenemos la mala costumbres de aferrarnos a algo, de darlo todo sin nisiquiera darte cuenta, que aveces no recibes nada. Tenemos la mala costumbre de querer demasiado, a personas que ni siquiera se dedican a querernos un poquito… Y lo peor de todo, es lo que viene después, las noches eternas sin dormir, los días enteros que te pasas pensando, un ¿porqué?, pero ese porqué, jamás viene con una respuesta, o al menos en el momento que lo necesitas. Siempre intentamos aferrarnos a un sueño, a una ilusión, a un momento que deseamos que se haga eterno, y ese es el gran fallo, porque aunque digan que sí, nada es para siempre. Una simple actitud, un simple gesto o palabra, puede matar de golpe ese sueño, esa ilusion que estaba creada; quizás sea difícil, pero lo mejor es no aferrarse a nada, no depende de nadie, pero cuando el corazón manda, no hay quien le lleve la contraría, él es capaz de apoderarse de todo, de decirte qué es lo que debes hacer, aunque luego acabes estampada contra la pared.

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