Cada día que pasa tengo más claro que la amistad no es algo que se compre, ni que se regale. Ni que se haga por hacer, porque es lo que toca y así nos lo han enseñado, y así somos más perfectos en el escaparate de lo que es vivir de cara al resto. La amistad es algo que se da sin esperar nada a cambio. Es algo que no entiende de condiciones, de circunstancias, de traiciones ni de cambios de humor. La amistad es algo que envuelve un sentimiento de amor, de comprensión y de entendimiento entre varias personas que se aguantan los unos a los otros sin saber por qué, que coinciden en la vida y que están dispuestos a ser compañeros los unos de los otros en cualquier tipo de lugar, circunstancia, tristeza o felicidad. El otro día me di cuenta de que cuando ellos no están me siento sola. Realmente sola y jodida en este mundo de locos en el que todo el mundo se está volviendo jodidamente loco, egoísta y protagonistas destructores de sus vidas y de las del resto. Sin vosotros las cosas dejan de tener sentido. Él me ve más triste y no sé cómo quitarme el mono de vuestras risas, que son un placebo de la ansiedad que genera todo lo malo. Con vosotros incluso lo malo a veces es bueno. Sois mi parte buena. Gracias por serlo.
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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