miedo

El miedo paraliza. No sé cómo ni cuándo empezó esta sensación, pero el miedo hace que el corazón se congele, la sangre deje de correr por todo el cuerpo, los sentimientos no salgan a flote y no sepamos ver los colores maravillosos que tiene la vida. Se toman decisiones, bien, o mal tomadas. Y tienes tanto miedo que lo único asegurado es lo que tienes en casa. Y él, o ella. Y justo en el momento de inflexión, en el momento en que todo empieza a cambiar por fuera, pides que lo de dentro, lo que no se puede explicar, lo que te hace volver a casa pronto y lo que te hace madurar, al menos, tampoco cambie, y sea tan placentero como hasta ahora. Entonces, cuando se tiene miedo, lo único que se desea es salir del laberinto, o quedarte dormido en medio del tumulto y soñar con cosas bonitas. Y por ese rato, por muy pequeño que fuese, habrás dejado de tener miedo. Y poco a poco, te irás olvidando de que el miedo intentaba nublarte las pupilas. Y volverás a querer llegar pronto a casa, y a meterte en la cama siendo acompañado. Y de qué forma…



Quizás es que esté dejando de ser una niña… Y en realidad es eso lo que me da miedo.

Al menos mi seguro de vida sois vosotros, ellos, y él.

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