La culpa me señala, al menos en esto. No he sabido respetarme como persona, y puede que esa sea la raíz de toda mi mala hierba. No me he atrevido a hablar contigo; y huir puede ser más cruel que las palabras. Como tú me dijiste a mí, yo te voy a dar un consejo a ti para cuando tengas a tus amigas, a tus amigas de verdad. Si no quieres espantar a la gente, no invoques su miedo. Cuando el pánico aprieta, es instintivo huir. Es una solución estúpida, primitiva ; pero, humana. Así que saldrán corriendo. A toda pastilla. Que debe doler horrores ver como la gente se aleja de ti, pero hay que pensar también hasta que punto ha de llegar una persona para sentir la necesidad de salir corriendo hacia ninguna parte. Mi problema siempre ha sido el miedo, el miedo de perderme y de no saber hacia donde quiero ir. Tal vez esto tenga un poco que ver contigo, tal vez no. El caso,, es que hemos pasado mucho. Y te conozco lo suficiente para decir que odio tus formar, y tus bromas pesadas. Tampoco me gusta tu nombre, y es muy difícil saber tratarte. Te he ayudado infinidad, amiga. Y reconozco que de tu ayuda, también he salido de ciertas cosas. Ambas hemos sido injustas, pero qué coño, la vida también lo es y ella sigue adelante. Nosotras también lo haremos. No sé cómo, pero sé que ambas tenemos un camino largo que recorrer. Ya iremos corrigiéndonos. Yo, por ejemplo, soy estúpida por tejer tragedias griegas con hilos flojos, hechos de riñas de patio de colegio. Maldita la hora en la que decidimos crecer. La magnitud de los problemas lo hace con nosotros, y es un asco. ¿Recuerdas cuándo éramos pequeñas? Donde estaba una, estaba la otra. Tanto era así, que un práctico joven del colegio nos preguntó si éramos hermanas, porque siempre estábamos juntas. Nos hizo tanta gracia, que hasta cinco años después, seguimos llamándonos hermanas. También hemos pasado malos ratos, pero hoy me saben a poco. Será que en las adversidades, me da por pensar en lo bueno. Eso no lo añado a mi lista de defectos; que tampoco está últimamente la cosa como para engrosarla. He decidido empezar a recomponer mi vida. Esa vida que fue, y que se ve que debí espantar hace tiempo. Si, amiga, entiendo lo que duele ver como lo importante, lo que se ama, escapa de tu lado. Y muchas veces ni siquiera sabes por qué. Yo a ti te voy a pedir que vuelvas, porque es importante saber que una misma esta vez sí que se ha mirado al espejo y ha sido capaz de sonreírse aún con ojeras y un grano en la frente. Que aunque yo corrí, eres tú la que estás lejos; y aunque ahora te diga que puedes acercarte cuando quieras, moverás la cabeza mientras piensas que hay tópicos que se usan demasiado. Mira, me he dado cuenta de que hay cosas más importantes que el orgullo, las bromas de mal gusto y los nombres feos. Importa más la conciencia, las risas compartidas y que la gente al nombrarte, se llene la boca de respeto. Respeto que hoy te regalo sin precedentes; y que por una vez, va más allá de mis temblores. Mi madre me dijo que hay cosas que solo funcionan con las pilas que recarga el tiempo. Mi hermana, sin embargo, dice que todo acaba y que a veces, al tiempo se le agota la voz. Yo no lo sé, solo me queda por decirte que si algún día el mal envenena tus horas, estaré dispuesta a comprarte un reloj nuevo. Y te regalo tiempo de ese que arregla los daños. Si por el contrario, es mi hermana la que lleva razón, me quedo con los recuerdos; que a mí me siguen rebotando sonrisas involuntarias. Hay cosas que pueden acabar, pero su huella se queda si realmente ha sido algo importante. Para mí sí, y cuando pronuncie tu feo nombre se me llenará la boca de respeto. Y los ojos, de uno de esos cariños que no caducan nunca.

Te quiere, a pesar de los pesares, Ara.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El día en el que el ginecólogo me dijo...

Mecánica del corazón

La soledad de las amistades