Un beso, después te llamo, caminas, me voy, el asfalto mojado, pierdo el control, trato de esquivarme, acelero, llego a casa, comienzo a extrañarte, a idear un pretexto para volver a verte, dices hola, un café, uso el baño, al salir ya estabas muerta, mejor dicho, ya no estabas, una nota: no quiero verte más. Te encuentro caminando, regresan tus ojos, me abrazas, te vas, te espero, me olvido de ti unos dias, te quiero a las 10pm durante las noticias, me llamas, cuelgo, escribo, respondes, sigo sin entender tu amor en rebanadas, me voy, te quedas, regreso, te vas, eres feliz, te encuentro, una marca en tu cuerpo, excusa, pretexto, me visto, me voy, una nota en tu cartera: ¿De que vienes huyendo? Te miro, comprendo, no fue nada, soledad, no eres tu, soy yo, lo de siempre, adios, no tengo tiempo, dentro de unos días quizá, ojalá, hola ¿Cómo te llamas? ¿Fumas?...Hablame de ti.
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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