Un beso, después te llamo, caminas, me voy, el asfalto mojado, pierdo el control, trato de esquivarme, acelero, llego a casa, comienzo a extrañarte, a idear un pretexto para volver a verte, dices hola, un café, uso el baño, al salir ya estabas muerta, mejor dicho, ya no estabas, una nota: no quiero verte más. Te encuentro caminando, regresan tus ojos, me abrazas, te vas, te espero, me olvido de ti unos dias, te quiero a las 10pm durante las noticias, me llamas, cuelgo, escribo, respondes, sigo sin entender tu amor en rebanadas, me voy, te quedas, regreso, te vas, eres feliz, te encuentro, una marca en tu cuerpo, excusa, pretexto, me visto, me voy, una nota en tu cartera: ¿De que vienes huyendo? Te miro, comprendo, no fue nada, soledad, no eres tu, soy yo, lo de siempre, adios, no tengo tiempo, dentro de unos días quizá, ojalá, hola ¿Cómo te llamas? ¿Fumas?...Hablame de ti.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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