Apagado o fuera de cobertura. Sin batería, como quieras llamarlo. Así tengo yo el corazón. Y ahora, me recuerdas a mi cuando mi corazón aún funcionaba. Sí, porque yo también lo he sentido. Eso de estar enfadada, ¿no?. Nada está claro. Nada es claro. Tú no lo tienes claro. Todo es un lío. Entonces es cuando te enfadas, la situación, el momento, la hora, el minuto, incluso el segundo... todo, todo te saca de quicio. (Incluido Él, por supuesto). Y te enfadas y al enfadarte te enfadas todavía más por estar enfadada. Y todo sigue siendo un lío. No lo niegues, porque yo también me he sentido así.
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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