Ella no mira, te ve sin mirar. Ella no opina, siempre tiene razón. Ella no calla, te escupe las palabras desnudando el corazón. Ella no miente, solo inventa. Ella no sufre, solo traga. Ella no muerde, solo sangra. Ella ya no muere, solo vive. Ella no cansa, regala ilusión. Ella no camina, solo quiere correr. Ella no te contesta, sonríe. Ella no oye, escucha. Ella entiende, sin preguntar. Ella no reserva, lo esconde. Ella no busca, la encuentran. Ella se va, pero después vuelve. Ella no folla, hace el amor. Ella no usa etiquetas, aun y así la etiquetan. Ella no llora, se descompone. Ella no duerme, sueña. Ella no canta, compone. Ella no baila, rasca el suelo. Ella no habla, escribe. Ella no olvida, captura instantes preciosos. Ella existe, igual que el gnomo. Ella no es que esté quieta, solo te espera. Pero hoy está cansada, y no habrá hueco para ti en su cama.
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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