Esta eres tú, este es tu nivel de odio:
Demasiado alto para alguien de tu tamaño.
Eras una niña risueña, de esas que tienen fe hasta cuando nadie la tiene, de esas que se pasan el día riendo y queriendo hacer reir a otros... Eras una niña feliz con poca cosa y descontenta con menos aún, la ignorancia del mundo era tu mejor arma, pero te la arrebataron... Te obligaron de malas maneras a ver cómo es la gente de verdad. Te diste cuenta de que ningún amigo o pocos son reales... Que la mayoría son caretas de papel cartón.
Recibiste un duro jarronazo del amor y de la vida,
luchaste y no te sirvió más que para nada.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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