Mi sentido (Ir)racional me hace querer ir corriendo a buscar lo que quiero, a quien quiero...
Pero me he equivocado tantas veces de camino cuando creía correr en la dirección correcta que ya dudo,
antes lo hacía creyendo llegar hasta el lugar idóneo, pero, hay, gilipollas de mi...
Heme aquí, estática y superficialmente sujeta a un mar de nubes de recuerdo llenos a partes igual de condensadas de nostalgia y resentimiento.
La verdad es que ya no sé a dónde correr ni por qué o quien hacerlo...
No me apetece, no tengo ganas...
Extrañamente, después de tanto empeño sólo me apetece quedarme sentada en mi nube junto a una pila de libros...
Sin correr, sólo esperando.
Y lo que quiera o quien quiera venir vendrá.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
Comentarios