He de confesarte que me muero de ganas de verte, he de confesarte que me acuerdo de ti más veces de las que me gustaría al día, he de confesarte que guardo lo que me diste la última vez en mi mesita de noche, he de confesarte que cada vez que pienso en volver a verte me pongo nerviosa, impaciente y pequeña.
Me gusta su voz, sus manos, lo que me hace sentir cuando me abraza… Que me atraiga como hacía tanto tiempo que no me atraía nadie. Me gusta que sea diferente él y lo nuestro, porque no hay nada nuestro, solo instantes de vida en los que cada uno hacemos lo que queremos porque queremos… Como rara vez a lo largo de un día cualquiera.
¿Ven ya, no? :]
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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