He de confesarte que me muero de ganas de verte, he de confesarte que me acuerdo de ti más veces de las que me gustaría al día, he de confesarte que guardo lo que me diste la última vez en mi mesita de noche, he de confesarte que cada vez que pienso en volver a verte me pongo nerviosa, impaciente y pequeña.
Me gusta su voz, sus manos, lo que me hace sentir cuando me abraza… Que me atraiga como hacía tanto tiempo que no me atraía nadie. Me gusta que sea diferente él y lo nuestro, porque no hay nada nuestro, solo instantes de vida en los que cada uno hacemos lo que queremos porque queremos… Como rara vez a lo largo de un día cualquiera.
¿Ven ya, no? :]
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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