La vida es un juego. Un juego como el solitario, en el que cometes infinitos errores, a veces incluso hasta de la misma manera y que tomes una decisión u otra te indica los diferentes finales que puedes tener, que puedas perder o que acabes ganando. La diferencia es que en el solitario cuando tienes una duda le das a una tecla y te dice la opción mas correcta ¿qué tecla debemos pulsar en la vida? ¿quién no dice que camino será mas sencillo, mas feliz? Nadie, en la vida tenemos que arriesgarnos, a un todo o un nada. Y es complicado, porque si te equivocas no hay vuelta atrás, nunca. Porque puede parecerse el recorrido que estas haciendo, pero en realidad nunca puedes hacer el mismo, no, es imposible hacer todo exactamente igual. Y en la vida tampoco tenemos otra tecla que nos deja borrar nuestro ultimo error y tener la oportunidad de repetir esa acción, o aunque no sea un error, simplemente porque creemos que nos hemos equivocado o porque nos apetece la tontería esa de cambiar de rumbo. La diferencia entre el juego y la vida es que el juego es demasiado fácil para lo extremadamente complicada que es la vida. Mentira, la vida es tan sencilla como tu quieras pintarla. Pero yo... yo soy de las que siempre caen en la misma piedra y en diferentes, en incontables ocasiones por lo que yo elegí el camino difícil, y no sé si para bien o para mal. Si al final de este camino encontraré la meta de la felicidad o simplemente la de un precipicio sin fondo. No tengo ni idea, pero tuve que arriesgar y ya no puedo volver atrás, quiera o no, sea una decisión correcta o incorrecta, da igual, la decisión esta tomada y ya solo puedo seguir con ella en la espalda, hacia delante, siempre para alante.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el qu...
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