Deberían enseñar a canalizar la nostalgia…

Deberían darnos al nacer un manual de instrucciones tipo DSM-IV para que cuando se nos parta el alma sepamos qué hacer con cada pedazo para recomponer el puzzle de lo que una vez fuimos, de lo que queremos ser.
Deberían darnos pautas totalmente detalladas sobre qué hacer en caso de emergencia, en caso de sujeto perdido en medio de la nada o en caso de sobredosis de sentimiento prohibido.
También deberían prohibir las primaveras, besarse en los parques, demostrar felicidad, sonreír o reír, cantar cancioncitas de “te quiero, mi amor”, bailar en los bares y pasear.
Deberían legalizar el egoísmo de los que duermen solos cada noche.
Deberían apagar todas las luces de la ciudad, prohibir al sol salir y al cielo azul renacer para conjugar bien con todos los que son sangre y nada más que sangre.
Deberían prohibir las malas pasiones, los juegos, la luna llena y el esperar a nada por nada a cambio.
Deberían hacer de la tristeza un derecho y una obligación, para que todos aquellos que son felices y no saben lo que es llorar cada noche sepan lo que es, y así creo que muchas balas dejarían de salir de muchas pistolas, de muchos tipos de pistolas.
Deberían crear el Día del Alma Rota, día en el cual las personas deben llorar cinco minutos en la puerta del Ayuntamiento a las 12 del mediodía a modo manifestación a favor de todos aquellos que lloran a las 12 de la noche todos los días de sus vidas.
Y deberían promover la opinión libre en cuanto a la expresión de todo tipo de sentimiento negativo.

Porque parece que lo único que vale son los mundos de yupi, de qué bonito es todo, de los días de sol, verano y piscina, de no cuestiono nada con lo que tengo me vale y de la gente es muy buena y muy majos todos.

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