Tu conciencia.

Allá donde crece la hierba es donde tú y yo logramos en un suspiro una vida entera de mil sonrisas… Quizás fueron unos minutos, breves, pero la intensidad estaba cerca y la verdad realmente escondida. Quizás fuimos libres por un rato en este mundo que cada día nos encarcela poco a poco, y quizás lloramos después de probar el veneno que acabaría con todo lo que hemos sido. Dicen que las oportunidades suelen durar una vez, la nuestra duró unos cuantos años, y después todo se esfumó como el humo de mi cigarro entre la contaminación de los coches. Más bien, toda la mierda se esfumó entre más mierda. Y dicen también que la capacidad de llorar y poder mirar al frente es tan sumamente imposible que mis manos manejan este destino a su antojo para únicamente conseguir un pequeño cambio que más bien podemos decir se debe a un gran golpe de suerte, o de estado, al fin y al cabo, da lo mismo. Sabes, que las pausas nunca fueron buenas, que tu corazón nunca debió dejar de latir, que mis ojos creen verte cuando ya no estás aquí, que mi subconsciente sueña contigo cada noche, y tú no estás, y que la imagen que tengo de ti ni siquiera se parece a un diez por ciento de lo que ahora eres en realidad, aunque ya ni siquiera eso me llega a importar. Sabes que las nubes se hacen agua cuando el tiempo cambia y que tú y yo somos agua porque el tiempo ya nos ha cambiado. Somos nada. Sabes que cuando vengamos de allá donde vamos nos echaremos de menos y entonces me llamarás desde lo lejos y procuraré… Procuraré no estar. Porque sabes que no estando es la única forma que tengo de mover mis dedos de la manera perfecta para darle al pause y no sentir más.

No cometas nunca la inconsciencia-de-ser-consciente de tu conciencia.

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