Sal a la calle, mira a tu alrededor siente esa brisa, disfruta del sonido de las hojas al caer al suelo o del sonido de las ramas al tocarse. Mira al cielo, cierra los ojos siente el viento tocándote la piel, sonríe.
Camina sin pensar hacía donde quieres ir, simplemente házlo.
Mira a la gente pero no como siempre, mira a los ojos e intenta descubrir lo que piensan; Camina empezando siempre con el pie derecho aunque no creas en esas supersticiones que te contaban de pequeña.
Si estás sola disfruta de tu misma compañia, y si estás con alguien callate y dejale hablar mientras cierras los ojos y gozas de lo que te explica aunque te parezca aburrido.
Sientete pequeña mientras cuenta sus hazañas y grande cuando te cuente sus miedos, opina sin pasarte y regálale tu mejor sonrisa.
Mira al mundo y haz fotos mentalmente , intenta no olvidar ese lugar en aquél momento.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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