Sal a la calle, mira a tu alrededor siente esa brisa, disfruta del sonido de las hojas al caer al suelo o del sonido de las ramas al tocarse. Mira al cielo, cierra los ojos siente el viento tocándote la piel, sonríe.
Camina sin pensar hacía donde quieres ir, simplemente házlo.
Mira a la gente pero no como siempre, mira a los ojos e intenta descubrir lo que piensan; Camina empezando siempre con el pie derecho aunque no creas en esas supersticiones que te contaban de pequeña.
Si estás sola disfruta de tu misma compañia, y si estás con alguien callate y dejale hablar mientras cierras los ojos y gozas de lo que te explica aunque te parezca aburrido.
Sientete pequeña mientras cuenta sus hazañas y grande cuando te cuente sus miedos, opina sin pasarte y regálale tu mejor sonrisa.
Mira al mundo y haz fotos mentalmente , intenta no olvidar ese lugar en aquél momento.
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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