Lo sabia. No me preguntes cómo, ni por qué. Simplemente lo sabía. Y no hice caso. Me salté la lógica y me guardé las voces que me decían que no diera un paso más al frente en los bolsillos. Ignoré al mundo que me ponía piedras por el camino para que no avanzara, abrí puertas que no debía haber abierto. Y pasó. Pasó lo que yo sabía que pasaría. Y entonces me sentí tremendamente estúpida. No puedes imaginarte ni por un sólo momento lo estúpida que me sentí. Todos aquellos avisos, todos aquellos intentos por parte del mundo y de la parte cuerda de mi cerebro para que no tropezara, los mandé al garete. Me los salté. Y tropecé. Y fue el tropiezo más grande que he dado jamás. Me caí entera. Y cuando me quise levantar, noté algo denso encima de mi cuerpo que me lo impedía. Y todas esas malditas voces se desternillaban desde los bolsillos. Las oía decirme lo estúpida que había sido. Y luego simplemente se marcharon. Se marchó la lógica, y el mundo se llevó sus piedras, y las puertas se fueron a un lugar en el que la gente no las abriera. Y me quedé sola. Sola con la densidad de la nada, de la estupidez humana. Sola yo y mi estupidez. Y me prometí empezar a hacer caso a las señales que el universo me mandaba. Pero nunca volvió a ayudarme. Desde entonces tengo que hacerlo todo solita. Y es muy difícil. No sabes cuánto. A veces creo que simplemente me perdí. Que jamás volví a encontrarme. Que me quedé allí, en medio de un tropiezo inexplicable.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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