Necesito escribir para aligerar la presión de los nervios. Siempre he sido una persona demasiado nerviosa, por cualquier cosa me excito. Vuelvo a aquella mítica frase de "yo sólo busco que me tiemblen las piernas", porque sí, mañana me temblarán más aún de lo que hoy lo hicieron. Y me gusta la adrenalina que se acumula en las venas y que sueltas una vez que estás alejada del mundo, fuera de tu papel dominante acabado el acto. Eso es brutal. Me encanta enfrentarme a mí misma, controlarme sin éxito y que todo acabe para apuntarme un tanto, un "he sido capaz." Sí, voy a salir a comerme el mundo. Mis pilas están más cargadas que nunca.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
Comentarios