Olvidar no es tan fácil como parece. A veces crees que has pasado página pero sin embargo, vuelves una y otra vez atras. Tiemblas y decides que es mejor no hacerlo y seguir adelante. Pero lo cierto es que te da miedo, te da miedo recordar todo aquello que te hacía feliz, admitir que no supiste sacarlo adelante o que quizás tenías demasiado miedo como para arriesgarte. Siempre que "eliges" amar a alguien, le entregas el poder para destruirte. Quitarselo supone no arriesgarte a sufrir pero tampoco concederte el placer de sentir felicidad. Eres libre de decidir si merece la pena arriesgarse, pero lo que es cierto es que si no lo intentas, nunca saldrá bien. Lo cierto es que si dejas que la cabeza gane la batalla, es posible que el corazón se separe de ella. Por eso surge la contradicción: nuestro cerebro se empeña en seguir adelante, en construir una vida nueva y no recuerda nada de lo que dejó, pero nuestro corazón es mucho más débil, le cuesta reconstruirse, le resulta imposible borrar nada de lo que en él fue grabado, sigue pensando en lo que podría haber sido, sigue echando de menos y sigue sintiendo, ¿podría haber hecho algo más?

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