Diciembre

Hay cosas que pasan por nuestra vida, como un huracán que arrasa con la inocencia que aún quedaba, pese a los intentos de los demás hasta entonces de asesinarla a base de verdades, que por entonces dolían y seguirán doliendo por mucho que pasen los años. Hay cosas, que siempre duelen, y punto.

Cabe preguntarse cuándo fue el momento exacto en que empiezas a hacerte fuerte, casi fría y calculadora, quizás aprendes a mirar sin mirar y a hacer que las cosas sean fáciles cuando en verdad todo es complejo, hasta tal punto, que el gris se apodera de todo, dejando al blanco y al negro sin poder de participación.

De repente y sin quererlo llega ese día en que alguien aparece como de la nada y destruye lo puro de tu alma, aún perdida y empeñada en que, de vez en cuando, la suerte se encarga de sonreírnos sin más, sólo a veces, cuando dicen que la razón no mira. Lo que llegó a ser ilusión se convirtió en pesadilla, y supones, que esto volverá a pasar unas cuantas veces más a lo largo del camino, pero una vez que sueñas cosas malas por primera vez, no olvidas nunca dejar la luz encendida para ver bien las cosas en plena oscuridad. Querer que el dolor se vaya es tan doloroso como sentirlo, no hay vuelta atrás, lo único que te queda es hacer todo lo que hacías antes aún teniendo presente que de vez en cuando sentirás que no puedes ni respirar. Sin embargo, el tiempo pasa, y el dolor nos abandona. De todo se aprende, y quizás no haya sido tan malo pasar por todo eso para ahora estar aquí y no en mil mundos más. Te conformas, cedes a tus propios sentimientos, únicamente te dejas llevar. Y de repente, todo se ha acabado, vuelves a ser tú, te encuentras y es maravilloso sentirte libre.

No es alentador vivir en alerta constante para evitar el mínimo indicio de dolor que podamos llegar a sentir en un momento dado. No es alentador buscar escaleras que nos permitan subir poco a poco con plena seguridad. No es alentador sentir que lo básico es evitar cometer fallos a toda costa.

No es alentador vivir dolor en carne viva para luego saber cómo evitarlo.

Ya es diciembre. Y no hay dolor desde hace tiempo, de ningún tipo. Se ha ido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mecánica del corazón

El día en el que el ginecólogo me dijo...

La soledad de las amistades