La gente habla de todo pero no dicen nada. Me cansan. La gente ahora sabe de todo, pero no sabe nada. Me agotan. ¿Qué es el cansancio comparado a la felicidad que a veces me busca y consigue encontrarme? Nada. Si decidiésemos por una vez vivir nuestras vidas sin machacar al de al lado creo que al final conseguiríamos mirarnos a los ojos y sonreír sin más, y quedarnos con lo bueno, con la parte buena, que puedo prometer, que después de tanto tiempo, existe. Por otra parte, claro que las cosas cambian. Las personas se distancian, nos hacemos de otra pasta, de otro material, quizás más duro para aguantar los temporales que nos dan la vuelta a las sonrisas en los días grises y los días de calor extremo, por si acaso después llega el frío y nos quedamos como estábamos. Independientemente de eso, la vida es cambiante. Nada es estático, ni si quiera mi mirada. Hace cuestión de meses nunca pensé que lograría mirar de varias formas a la vez. Pero sí, soy capaz. Soy nada y lo soy todo cada vez que me lo propongo y según me convenga. No sé si es egoísmo, quizás, pero me da igual, para mí que esto va a ser independencia, y no me he dado ni cuenta hasta que me quedo dormida por las noches al instante cuando mi cuerpo no puede más y no pienso en nada, ni en nadie, ni en él, ni en si estoy por encima de la media en cuanto a normalidad o no, pienso en lo que quiero que pase mañana, y así todos los días. A la pregunta, ¿estás contenta? Contesto que sí, que mucho, que hacía tiempo que no estaba tan contenta. ¿La razón? Me siento querida y respetada las 24 horas del día. Me siento útil, necesaria, me atrevo a decir que incluso importante para todos aquellos que forman parte de todas las cosas continuas que me pasan. Si tuviese que elegir, me quedo con estos días, raros, aburridos, lo que quieras, pero bonitos. La suerte ahora me sobra, pero lo diré bajito, por si acaso… Las paredes oyen. Y Diciembre empieza mañana, veré a mis abuelos en cuestión de días y la Navidad está a la vuelta de la esquina.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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