Hacia arriba

Dicen que hay que creer en ciertos seres humanos. Creo que todos estamos llenos de días que se escapan y siempre hay alguien que no tiene mucho que hacer y se queda en casa. Quitarse los zapatos es típico de creer en milagros mundanos para evitar el frío, para evitar pasarse mañanas enteras desgastadas metidos en la cama con los ojos como platos pensando en cómo cayeron los mitos más míticos. A veces lloramos de vicio y nos volvemos náufragos de lágrimas ajenas. Nos pasamos la vida mandando mensajes en clave y aguantamos la respiración cuando nos utilizamos los unos a los otros para poder entender la información extranatural. Cuando acabamos medio muertos en la barra de cualquier bar dicen que la resaca del día después es como si te clavasen un clavo ardiendo en toda la mitad del alma. Hay noches en que nos olvidamos de todo y dejamos el corazón deportado allá donde no se pueden oír voces ni coronar días normales por días especiales. Otras veces nos rompen el corazón y pensamos en todos los que alguna vez nos hicieron mojarnos los labios de felicidad. Entre unos y otros nos acabamos olvidando y dejamos la casa sin barrer, y en tal caso si barremos, lo hacemos de tal forma que la suciedad se va pero las motas de polvo permanecen, sólo por si acaso nos olvidamos de ellas. Pongamos que estamos en Madrid y que la contaminación asusta, y de lo absurdo que es todo nos acabamos cansando de los sábados enterrados bajo telas de araña. A veces diferenciamos y otras nos mutilamos generalizando. Empeñamos nuestras vidas por un poco de helado de frenesí y se nos olvida que las palomas de Madrid aún no saben volar alto. Y como creemos que pasar los días metidos en la cama no son muy llamativos para contarlos después, nos colamos en el ascensor de cualquier rascacielos y subimos al último piso, miramos a lo lejos y se ven las colinas, las nubes y el sol nos ciega de radiaciones ultravioleta. Miramos abajo y nos aprendemos de memoria el calendario. Todos tenemos prisa por subir hasta arriba y mientras tanto el corazón se nos convierte en ceniza.

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