Hace un dia que acabó "San Valentín" y su recuerdo me pesa como el plomo.
No dudo en gritar lo que odio esa fecha, porque el amor no se demuestra un día, y porque estoy harta de ver corazoncitos y gente intentando vender rosas o claveles por las calles. La gente en días como este se atonta más de lo normal, y mi mente está saturada de tanta felicidad, que en su mayoría no pasa del escaparate.

Cada vez durante estas últimas semanas que veía discutir a una de las parejas de amigos que tengo, me daban ganas de llorar. Será que estoy extra- sensible, o que el miedo cada vez me va envenenando más la sangre.

No soporto el amor, ni mucho menos esa sensación asfixiante que te deja pensativa, sin poder concentrarte en todo el día. Y sé lo que es, porque la estoy sintiendo, pero el miedo por el momento me obliga a alejarme de todo lo que haga que eso crezca, y esta noche el cielo se ha puesto muy gris, y mi alma demasiado negra.

Ha sido un día demasiado variado,y con un final dañino donde los haya. Ahora sólo puedo imaginar el día en el que él vuelva a ser feliz con alguien y yo no sepa más que retorcerme en una esquina de mi habitación. Pero por no ser egoista no he seguido el consejo de todos aquellos que decían que disfrutara el momento, que cuando me cansara que se termina la historia, dando igual lo que sienta la otra persona. Pero hay veces que sientes tanto que si sientes que tú no puedes aportar la felicidad, debes dejar a la persona libre para que la encuentre sin ti.

Y eso he hecho. Y siento que caigo desde un rascacielos sin saber si puedo caer más bajo de lo que estoy. Y me pides que lo solucione, pero no sé cómo explicarte que mi propia impotencia me frena.

Y no sé matar este sentimiento, y no sé siquiera si algún día lo conseguiré, porque cada nuevo encuentro, como el de esta tarde, me removía las mariposas en cada acercamiento y en cada insinuación. Y quería revolverme contigo entre las sábanas, porque necesitaba sentir que te tenía en mí y que lo demás, mis metas, las diferencias del pasado, los malos momentos o mi propio miedo había dejado de existir.

Y me he escondido, he intentado secarme las lágrimas, pero tenía que salir de esa tensión de querer gritar tan fuerte que se me quebrara la voz, que me vieras por dentro con este llanto arrollador que elimina a la niña risueña que algún día fui. Y no podía decirte adios. Necesitaba encerrarme aquí, en esta noche larga, y llorar hasta que las fuerzas se hicieran tan débiles que me ausentara de este mundo hasta mañana.

Y ahora siento que me falta algo por dentro algo que se ha decidido y sabe que no volverá por seguir mis indicaciones; esas que en el fondo nunca pienso.

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