Sonríe, muestrate feliz, sino todos te pasan por encima. Ríete, disfruta, no tienes la edad suficiente como para permitir aburrirte. Conoce, investiga todo, no les des el gusto a los demás de conformarte con escuchar sus propias experiencias. Equivocate, caete mil veces en el mismo lugar, date el permiso de descubrir el mundo tu solo. Ayuda, escucha a los demás, no sabes cuando vas a ser tu el que necesites un consejo. Piensa, entiende, pero no le tengas miedo a los impulsos. Excede, sobrepasa, vive cada minuto con tus propias reglas. Corre, liberate, no te ates a nada irrelevante ni a nadie que no lo merezca. Sueltate, grita, no te averguences de mostrar quién eres. Vive y deja vivir, nunca te olvides que no estás por encima de nadie.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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