Sonríe, muestrate feliz, sino todos te pasan por encima. Ríete, disfruta, no tienes la edad suficiente como para permitir aburrirte. Conoce, investiga todo, no les des el gusto a los demás de conformarte con escuchar sus propias experiencias. Equivocate, caete mil veces en el mismo lugar, date el permiso de descubrir el mundo tu solo. Ayuda, escucha a los demás, no sabes cuando vas a ser tu el que necesites un consejo. Piensa, entiende, pero no le tengas miedo a los impulsos. Excede, sobrepasa, vive cada minuto con tus propias reglas. Corre, liberate, no te ates a nada irrelevante ni a nadie que no lo merezca. Sueltate, grita, no te averguences de mostrar quién eres. Vive y deja vivir, nunca te olvides que no estás por encima de nadie.
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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