''Si me pidieran que es lo que más añoro de ti, seguramente diría aquella sensación constante de tenerte cerca ... Oír el ruido metálico de tu piercing moviéndose arriba y abajo, ese hilo de voz cuando cantas mientras conduces o volver de pronto y engancharte como una niña de cinco años. Echo de menos tus manos grandes, recibir un mensaje justo en el momento en el que yo te iba a escribir o que sonrías de esa forma porque te estás poniendo nervioso y no sabes disimular. Puede que también añoro el optimismo, la fuerza, los momentos tontos e incluso aquellos días contados en los que dejabas conocer un pequeño parte de vulnerabilidad; como me gustaba abrazarte cuando parecía que el mundo estuviera a punto de explotar. ''
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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