Escapar. Escapar con las nubes a un mundo aparte donde no existan los problemas, donde no exista esta rutina que me asfixia. Me encantaría ir al aeropuerto y coger un billete de avión al otro lado del mundo, tardar varios días en llegar a un nuevo lugar y construir mi felicidad desde el primer ladrillo. Huir. ¿Es necesario huir? Sol. Sol. Sol. Sin duda, me gusta el sol. Me encanta sentir sus rallos sobre mi piel, me encanta no tener frio. Me encanta el color de mis ojos cuando él está presente. Y por un momento, puedo huir quedandome quieta. Aunque quizás sea solo por un día. Por un día puedo quedarme en mi lugar y hacer algo diferente y olvidar, y olvidarme de toda la mierda y sentirme fuerte y sentirme capaz y sobre todo... sentirme viva.
Cierra o abre
Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Nos lo graban a fuego desde pequeños y, quizás, de alguna manera es una sentencia sanadora; nos alimenta de esperanza, creyendo así que tras una despedida siempre viene algo mejor. Lo que ocurre muchas veces es que somos nosotros mismos quienes nos empeñamos en dejar la puerta entre abierta, con la llave a medio a echar, esperando a que se vuelva (o la vuelvan) a abrir de nuevo. A veces, son los otros quienes se empeñan en no cerrarla del todo, pero sin atreverse a abrirla de par en par, de cruzar el umbral y pasar a nuestro lado. Dejando abierta una puerta maltrecha, que ya no encaja como antaño; como si la manilla no terminara de funcionar del todo; como esas puertas que requieren de una destreza casi mágica para poder abrirlas sin quedarnos con el pomo en la mano. Siempre he sido de las que se niega a cerrar puertas, aún a sabiendas de que otras mejores se abrirán; aún a sabiendas de que hay ventanas, mucho más pequeñas y sencillas, p...
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