Sería una buena terapia. Contarte cómo no consigo olvidarte mientras te doy todas las razones por las que he decidido hacerlo. ¿Es raro sabes? Yo nunca he salido de algo así. Yo nunca había pensado en que alguien era el hombre mi vida y mucho menos me había dado cuenta de que no. Y ahora intento intentarlo pero tengo menos esperanzas que antes de conocerte, aunque sí más motivos. Aquí dentro también se echa de menos, y algunas veces me entran unas ganas irrefrenables de llorar, y no lo hago. No sé si esto es bueno porque presiento que algún día estallaré y acabaré salpicándolo todo de mierda. Mierda roja, color corazón. Porque en mi vida es lo único que sigue ultimamente. Late, y no para de incharse. El resto está todo roto, o partiéndose. Y yo intento disfrutar del caos pero tú no paras de intentar colarte por todas las puertas que yo ya he cerrado. Y aquí dentro también duele, porque no es justo que sigas tu vida intentando llevarme a mí a rastras.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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