Nos pasamos la vida intentando, qué sé yo, intentando estar bien. Y mira que hay veces que dices, por unas cosas o por otras, o a veces por nada, que no puedes más. Que no tienes fuerzas, que no quieres seguir subida en este mundo de locos, que necesitas parar, pensarlo un poco, y después seguir. Pero claro, esta vida no te permite pararte a coger aire, en tal caso se nos permite suspirar cuando no podemos más… Y cuando uno se siente atrapado, que no va para adelante ni para atrás, pues se permite el lujo de creerse capaz de hacer muchas cosas por aquello de darle un sentido a tu vida, por aquello de autoconvencerte a ti mismo/a que te mereces que te pasen esas cosas que le pasan a la gente normal, esas cosas que dan sentido a sus vidas y hacen de ellos/as unas personas especiales… Entonces te arriesgas… Y tras bacilar un tiempo entre hacerlo o no, lo haces… Después ves que no es que te haya salido mal, es que te ha salido fatal… Y acto seguido comienzas a sentirte mal, y en vez de hacerte más fuerte, vas al revés, como los cangrejos. Ya sí que juras y perjuras que siempre estarás a la defensiva en la vida, con ese muro que te separan a ti del resto de la gente, porque ya sabes lo que es que te hagan daño una y otra vez… Y así se te pasan los días, sin saber por qué ni cómo en la vida no avanzas… Creyendo cada vez menos en las personas, en los sentimientos que se supone que tendrían que existir… Y mira que es dura e injusta es la vida, que mientras ahora yo pienso en estas cosas, quizás la única preocupación de una persona que viva en Guinea, por poner un ejemplo, puede ser encontrar algo de comida para sus hijos… Qué injustos somos a veces, y yo… Yo la primera…
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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