Nos pasamos la vida intentando, qué sé yo, intentando estar bien. Y mira que hay veces que dices, por unas cosas o por otras, o a veces por nada, que no puedes más. Que no tienes fuerzas, que no quieres seguir subida en este mundo de locos, que necesitas parar, pensarlo un poco, y después seguir. Pero claro, esta vida no te permite pararte a coger aire, en tal caso se nos permite suspirar cuando no podemos más… Y cuando uno se siente atrapado, que no va para adelante ni para atrás, pues se permite el lujo de creerse capaz de hacer muchas cosas por aquello de darle un sentido a tu vida, por aquello de autoconvencerte a ti mismo/a que te mereces que te pasen esas cosas que le pasan a la gente normal, esas cosas que dan sentido a sus vidas y hacen de ellos/as unas personas especiales… Entonces te arriesgas… Y tras bacilar un tiempo entre hacerlo o no, lo haces… Después ves que no es que te haya salido mal, es que te ha salido fatal… Y acto seguido comienzas a sentirte mal, y en vez de hacerte más fuerte, vas al revés, como los cangrejos. Ya sí que juras y perjuras que siempre estarás a la defensiva en la vida, con ese muro que te separan a ti del resto de la gente, porque ya sabes lo que es que te hagan daño una y otra vez… Y así se te pasan los días, sin saber por qué ni cómo en la vida no avanzas… Creyendo cada vez menos en las personas, en los sentimientos que se supone que tendrían que existir… Y mira que es dura e injusta es la vida, que mientras ahora yo pienso en estas cosas, quizás la única preocupación de una persona que viva en Guinea, por poner un ejemplo, puede ser encontrar algo de comida para sus hijos… Qué injustos somos a veces, y yo… Yo la primera…

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