Todos nos quejamos continuamente de lo mal que está la gente, de lo malos que son algunos, de las putadas que nos hacen, de que no nos merecemos nada malo… Pero de lo que no somos conscientes, es que a todos, se nos va envenenando el alma cada día que pasa. Hay personas que saben canalizar el dolor bien, lo asumen y aprenden a vivir con ello. Hay otras que no lo aceptan ni de lejos, y sólo quieren venganza, creyendo que esa es la única forma posible de acabar con todo mal. A veces vengarse sabe rico. Te deja buen sabor de boca, porque por fin logras ponerte en tu puñetero sitio, y la gente de fuera no tiene otro puto remedio que mirarte con miedo. Y lo que queremos crear ante los demás… ¿Es miedo o respeto? Esos dos términos ya se confunden a partir de que la inocencia se acaba para siempre. Una mala caída, un mal golpe o una gran putada puede llevarnos a la miseria de un alma sin riqueza, por aquello de querer vengarnos a toda costa. La inocencia muere para siempre, esa es la causa. Pero tengo segura una cosa: todos al final aprendemos a vivir con el dolor, unos antes, y otros después, pero todos o los más afortunados lo logramos. Y ese es el momento de darse uno cuenta de que eso de vengarse no es más que otro mal golpe hecho ni más ni menos que por nosotros mismos. Yo confío en que todos, llegados a este punto, estamos preparados para rectificar, para pedir perdón, para así saber avanzar. Y que mientras que no llegue este momento, nos quedaremos estancados viendo cómo los demás avanzan mientras nosotros sólo queremos darle una ostia a ese que nos ha puteado. Somos unos ignorantes, unos inconscientes. Pedir perdón es de valientes, porque ir con la verdad por delante, lo es, y pedir perdón es igual a verdad.



Será que sigo esperando un perdón…

Soy una ignorante…

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