¿Qué pasa con mis sueños?
Pero mira, los lamentos ya no van conmigo, a lo sumo un par de gritos, dos noches en vela y dos malos pensamientos que no vienen a cuento. La ventaja de todo esto es que lo más pequeño, lo más insignificante para algunos, a mí puede llegar a hacerme una ilusión tremenda. Como por ejemplo despertarte de la siesta y saber que tienes un buen plan, pero que ese plan no sería nada sin la gente que lo llevará a cabo. (Os quiero pedorras, os quiero).
Esperar nada es esperar, y como espero que siga esperando por mucho tiempo, no me tengo que cansar de esperar que todo tome su camino.
Me niego a todo, porque todo es nada para mí.
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