Mañana será otro día. Esta noche tengo que acostarme pronto porque mañana me levantaré de madrugada para reconstruir todo lo que hoy me he dedicado a destruir. Y sí, soy consciente, de que la autodestrucción lleva al odio más impuro que haya sentido jamás, pero es que hoy ya no he tenido fuerzas ni de levantarme, después tendría que hacer la cama y eso supondría mucho esfuerzo para un día como hoy. Porque hoy me desperté pensando que era viernes y cuando miré el calendario resultó ser lunes. Hoy me esperaba a mí misma con más fuerzas y las fuerzas se las ha llevado de repente la marea del mar que hoy no existe para mí. Tengo que ir a repostar para aguantar los kilómetros a ciento veinte por hora constantes, pagaré una millonada por un poquito de seguridad, y de dignidad, y así al final podré ver el mar. Yo creo que después de haber llegado donde viven los corales sin colores, se puede empezar a estar listo para llegar a la orilla y remover la arena para encontrar la solución sobre cómo empezar de nuevo a reconstruir todo lo que ayer me dediqué a romper a conciencia. Aunque ahora mismo seguiría jodiendo la ciudad entera, y no dejaría ni un rincón sin quemar… Porque hoy estoy que escupo fuego por la boca.
El día en el que el ginecólogo me dijo...
Hay que ver la de cosas que pueden hacer que una levante un señor complejo nuevo así, de la nada. Un día tienes mil complejos, al siguiente, de pronto, tienes mil uno. Yo, personalmente, llevo a la espalda una mochila enorme llena de las inseguridades que he ido acumulando a lo largo de los años. Y, aunque hay algunas que están íntimamente ligadas a mi carácter, muchas otras nacieron a raíz de algún comentario. Bienintencionado, con verdadera malicia o sin ningún tipo de intencionalidad. Alguien que dice algo, sobre mí o mi cuerpo, y, bum, un nuevo inquilino para la mochila. Pero bueno, aunque no soy capaz de evitar que este tipo de movidas me afecten y me calen hondo, lo que sí puedo hacer es tratar de llevarlo con humor. Sí, soy de esas que van de que todo se lo toman a coña. Nunca es real al 100 %, sin embargo, ayuda a sobrellevar lo que sea que te hace daño. Un poquito. Así que quiero compartir la anécdota con la que nació uno de mis complejos más íntimos. La del día en el que el
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